Cualquiera que haya leído
las contratapas de los primeros discos de los Rolling Stones, sabrá
que Andrew Loog Oldham es un exagerado. Ahora estoy leyendo su
autobiografía Stoned / 2Stoned,
que obviamente también está llena de gloriosas y patéticas
anécdotas exageradas. Podría transcribir cualquier parte de esta
autobiografía, porque es genial, pero me decidí por el entusiasmo
que pone cuando relata la primera vez que escuchó una canción. En
este caso, era una canción producida por su amigo Phil Spector.
“Después (Phil
Spector) volvió a lo que estaba haciendo. Tenía un prensado de
prueba de 45 RPM de etiqueta blanca sobre la bandeja y lo puso. El
cuarto se llenó con ese sonido increíble. Yo no tenía idea de qué
era, pero era la cosa más increíble que había escuchado en mi
vida. Lentamente me abrí paso entre el laberinto aural y pude
discernir lo que me parecieron dos negros cantando un muy triste,
torturado, laborioso y parejo lamento sobre cosas que “ella” ya
no hacía cuando se besaban. Por debajo había una capa de sonidos
continuos, de lamentos majestuosos con eco que sonaban eternamente,
el único movimiento lo proporcionaba un grueso bajo tipo “La
Bamba” en Seconal. Llegado el estribillo, el tema de pronto
recomenzaba con un ritmo intermitente de voces, ángeles y cuerdas,
tensado en un dolor wagneriano, seguido de otro verso de un dolor aun
más intenso. En el altar del puente el ritmo se arrodillaba,
arrastrando el eco sinfónico al rincón, y quedaban solo unos “baby”
y “please”. Los gritos y lamentos del góspel a dos voces eran
impulsados entonces por una onda latina sugerida de ritmo y esperanza
en el extremo grave cruzando las puertas del cielo hacia el expresivo
estrilbillo final. El final era como si Jesús se hubiera elevado,
como si Moisés hubiera descendido con los diez mandamientos del
sonido.
¿Era obra de Phil? No
estaba seguro. Pero no era parecido a sus usuales avalanchas de amor,
llenas de percusión, pianos, guitarras ululando, no era parecido al
épico “He's a Rebel” de los Crystals o al trascendental “Be my
Baby” de las Ronettes. Pero tenía que ser Phil, a menos que todos
estuviéramos soñanado (y tal vez lo estábamos). Nunca había
escuchado un tema grabado tan generosamente, tan emotivo, tan
poderoso.
Era “You've Lost That
Lovin' Feeling”, de los Righteous Brothers.”
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