lunes, 30 de agosto de 2010

Homenaje A Pancho Varallo

Haciendo gala del oportunismo (hoy se murió Pancho Varallo) y que no tengo tiempo de escribir bobadas, voy a transcribir un cuento de mi anterior blog, en octubre del 2009, que además de ser protagonizado por Pancho Varallo, pretendía defender la postura maradoniana "La Tenés Adentro"

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10/27/2009
De La Noche En Que Me Cagué A Puteadas Con El Irrespetuoso De Carlos Gardel


Mucha gente se pregunta quién es Francisco Varallo, aquel goleador de Boca que, con 194 goles, solo fue superado por Martín Palermo. Yo tuve el honor de conocerlo, y eso me llevó al deshonor de conocer a Carlos Gardel.



Ocurrió a principios de la década del 30. Yo colaboraba con la Tesorería del Boca Juniors, justo en el momento en que el fútbol se profesionalizaba. Varallo jugaba en Gimnasia Esgrima de la Plata, y la había descocido en el Mundial del 30, donde Argentina había sido subcampeón. Me fue encomendada la misión de traer a Pancho Varallo a Boca. Viajé seguido a La Plata, tratando de convencerlo, pero Varallo era inflexible. Ganaba $ 30 por partido en Gimnasia y no se pensaba mover. Al principio le ofrecí $ 800 por mes más $ 4.000 por el pase. Terminó aceptando por $ 10.000 por el pase, más los $ 800 por mes, en virtud que “mis viejos no conocen los billetes de 100”. Nos hicimos amigos.



Sin ser demasiado talentoso, Varallo jugó toda la década del 30 en Boca, gracias a su excelente puntería y su potencia para shotear. La metía de todos lados, vistiendo la casaca número 9. Tenía un excelente pique corto, y a veces usaba el truco del “perro rengo”, haciéndose el que estaba lesionado en algunas pelotas para correr y marcar el gol cuando los defensores se confiaban demasiado.



Nos hicimos tan amigos que Pancho solía invitarme a las concentraciones, que se realizaban los sábados a la noche en distintos cabarets de la calle Corrientes. Una noche, en 1935, nos encontramos en uno de esos piringundines con Carlos Gardel, tomando champagne y rodeado de putas. Gardel ya era una estrella internacional consagrada, que grababa incluso películas para la Paramount, y Pancho el goleador indiscutido del campeonato nacional. Se abrazaron y Gardel se separó de sus putas para charlar un rato con nosotros. Nos contó que en esa semana iba a grabar un nuevo tango, con letra de Alfredo Le Pera, llamado Volver, y hasta lo cantó un poquito:



Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno.

Son las mismas que alumbraron
Con sus pálidos reflejos
Hondas horas de dolor.

Y aunque no quise el regreso
Siempre se vuelve
Al primer amor.



Cantó el “Zorzal”, a capella, para nosotros.



Enseguida me vi en la obligación de interrumpirlo. Como fanático del tango, que se reunía los martes a la noche con sus amigos a escuchar discos, además de escribir reseñas discográficas para un periódico de mi barrio, no pude soportar unos versos tan estúpidos. Le dije:



- Discúlpeme, Don Carlos, pero me parece que está meando fuera del tarro.

- ¿Cómo?

- Es una canción horrible, si su idea es hablar del regreso a un amor. Permítame modificarla – le dije, y entoné unos versos más acertados:



Yo camino por los valles

Voy pitando un pucho viejo

Recordando tu mirada



Esos ojos que me achuran

Desde el maldito momento

En que me viste partir



Pero ha llegado el momento

En que me veas

Tocar tu puerta



¡Esos son los versos correctos para un tema que trata sobre el regreso! – le dije, entusiasmado - Además, debe cambiar el ritmo, estirando la última sílaba de cada estrofa, para que el tango quede más macho, como nos gusta a los argentinos – le dije, convencido que había hallado los versos adecuados (ustedes seguro coincidirán conmigo que yo tenía razón.)

- Bueno, gracias – me dijo Gardel -. No son malos, pero vamos a grabar la versión escrita por Alfredo.



Me quedé boquiabierto. No podía creer lo que escuchaba. Carlos Gardel, ese cantante mediocre, osaba rehusar mis versos. ¿Quién era ese estúpido para rechazar mis consejos? Me puse como loco y comencé a gritarle, y él, que estaba borracho por el champagne y sospecho que drogado con papusa, no se quedó atrás y me insultó también. Le tiré una piña con la que solo conseguí despeinar su ridícula cabellera engominada, hasta que nos separó Pancho Varallo. Mientras me expulsaban del cabaret, le grité: “Si ni siquiera sos argentino, uruguayo traga leche.” Me fui enojado por sentirme insultado y no haber podido coger.



Como sabrán, Gardel grabó Volver con la letra original, sin seguir mis consejos. Extrañamente, esa porquería de tango se convirtió en un éxito fenomenal. Al mes siguiente, un domingo, en el vestuario de Boca, Pancho Varallo me da un sobre diciéndome que era de parte de Gardel. Lo abrí y leí:



“RAMPAZZI, VOS TAMBIÉN LA TENÉS ADENTRO. CHUPALA Y SEGUÍ CHUPÁNDOLA”.



¿Pueden creer que un ídolo popular sea tan irrespetuoso ante un ciudadano honesto y bien intencionado como yo? ¿Eso es un ídolo popular? ¿Eso es un ejemplo? Me puse contento cuando al año siguiente murió en un accidente aéreo en Colombia. Todo el país lloraba pero yo sabía que esa no era una persona digna de llorar. Era un mamarracho que seguro iba a Colombia a buscar droga.



El tiempo pasó. En 1949 tuve un episodio similar con otro adefesio llamado Jorge Luis Borges. Pude acceder a un manuscrito de El Aleph, antes de su publicación, y enseguida le corregí errores gramaticales e ideas absurdas. El inútil “escritor” consideró inapropiados mis consejos, tratándome de ignorante. Me alegré cuando se quedó ciego. Se lo merecía. Treinta años después, en 1979, accedí al demo de un grupo de rock. Un payaso patético de bigote de dos colores, había escrito una canción sobre el suicidio donde el protagonista se suicidaba con 3 tiros, BANG BANG BANG. Le dije que no podía ser, que tenía que cambiar esa letra, que luego del primer tiro el personaje ya estaría muerto y no podría efectuar los otros 2 tiros. No me hizo caso.



¿Cómo no va a estar así este país con “ídolos” que no hacen caso a las personas talentosas como yo?

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