sábado, 5 de noviembre de 2016

Recuerdos Sin Ton Ni Son De Cualquier Época



En las rutas de Croacia y Bosnia, fui escuchando discos de Charly García y Zambayonny. Las rutas de Croacia eran como las mejores autopistas que viste en tu vida, y las de Bosnia como los caminos más destruidos del conurbano bonaerense. Encima, nos dijeron que no nos bajemos a sacar fotos porque... podíamos hacer explotar una mina.

Un pibe de seis años me estaba contando sobre la chica que le gustaba. Le pregunté si le había dado un beso y me dijo “me la
estampé”. Yo siempre me preguntaba si había que usar la palabra “tranzar” o “chapar” pero desde que escuché eso (en 2011) empecé a usar “estampar”. Siempre estoy a la vanguardia.

La única chica que me visitó en los 3 lugares donde viví solo, una de las veces que vino me dijo: “Yo soy la que mejor coge”. Y cuando se fue supe que tenía razón.

Estaba bebiendo con un amigo en un bar enfrente del Luna Park y hablábamos con admiración de Ricardo Forster y José Pablo Feinmann, entre otros. Era el año 2010. Hoy sigo pensando lo mismo sobre los dos nombrados, y me alegro cuando los que apoyan gobiernos no-inclusivos, endeudadores y destruidores de la industria nacional hablan mal de ellos. Me alegro porque no me gustaría parecerme a los que los critican.

Tenía 11 años y pasé por una casa donde una banda de rock ensayaba -a ventana abierta- “Marinero Bengalí”. Me quedé mirando. Durante años (de 1982 al 2000) odié ese tema, con el tiempo me empezó a gustar, y ahora me emociona hasta las lágrimas (inexplicable por qué me pasa eso, pero me pasa, debe ser ese ritmo funky y la voz de Miguel Abuelo.) Ese día, a mis 11 años, supe lo que era un bajo y el sonido que emitía.

Tendría 20 años y fui con tres amigos a una casa que arreglaban televisores. El tipo estaba ocupado, y su hija de aproximadamente 14 años nos pidió que esperáramos, mientras miraba televisión. Yo miraba a esa chica y me pareció la más linda del mundo. Hasta que el tipo nos atendió, pasaron como 10 minutos donde quedé embelesado, en un estado de nirvana. Solo recuerdo que tenía la piel morena, el pelo lacio, los ojos grandes y verdes, la nariz respingada. Pasé muchísimas veces más por ese local y nunca jamás la volví a ver. Hoy debe tener 39 años, seguro que está separada y con hijos. Quizás nunca existió (o no era tan linda) pero para mí sí. Es un caso Vinchola.

En 2011 estaba en Praga, en un boliche, en estado de éxtasis, cuando de repente sonó “Sweet Home Alabama”. El boliche tenía 5 pisos.

Subí a un taxi ilegal en Cuba, con un cubano y dos cubanas que me acompañaban. El taxi parecía un boliche. Tenía luces de color violeta fosforescente, y el mejor equipo de sonido del mundo. Los que estaban conmigo me advirtieron que no mostrase que era extranjero, porque nos iban a cobrar mucho más, pero yo estaba tan borracho que no pude evitarlo.

En enero de 1991 tocaban Charly y Fito en Mar del Plata, en el patinódromo. Me fui a la tarde, me subí a un árbol, y vi toda la prueba de sonido de Fito, que tocó como 20 canciones. Luego, subido a un tapial, vi a Fito irse en la combi. Un pibe que estaba por ahí le gritó algo (parece que un día se habían emborrachado juntos o algo así.) Fito lo escuchó y no se subió a la combi y fue a saludar a ese chico. Fito tenía 27 años y, aunque estaba presentando su disco que más me gusta, recién al año siguiente se haría ultrafamoso.

Mi abuela que era super-moralista, cuando yo tenía 10 años, me contó el siguiente chiste: Un tipo sale de la cárcel y ve una gran cola en la DGI (Actual AFIP). Como no sabía qué hacer se pone en la cola, y alguien le pregunta: “Señor, ¿usted se va a acoger a la moratoria?” y el tipo responde: “Yo con tal de coger me cojo a cualquiera”. Seguro que se lo había contado otra vieja de las que iban a tomar el té con ella.

Pasé por el lugar donde estudiaba inglés (el Instituto Western de Cultura Inglesa) y me vinieron recuerdos. Pensé: “Menos mal que estudié inglés. ¡La cantidad de cosas conmovedoras que me hubiese perdido si no lo hubiese hecho” (hay que reconocer que la cultura anglosajona tuvo mucha influencia en mi vida.) Luego pensé cuánto costarían las clases (supongo que unos $ 300 o $ 400 actuales) y me di cuenta que debía agradecer a mis viejos. ¡Ellos me lo pagaron! (junto con otro montón de actividades extracurriculares.) Recién ahí me di cuenta que tengo una deuda económica enorme con mis viejos.

En 1984, en el Club de Tenis, escuché a unos chicos más grandes hablando. La noche anterior los Abuelos de la Nada habían tocado en Luján (en un boliche llamado “El Solar del Virrey”). Los pibes habían podido acceder a los camarines, y vieron a algunos miembros del grupo DROGÁNDOSE. Fue la primera vez que escuché que alguien en Argentina se drogaba (eso solo pasaba en las películas.)

Casi en la misma época, escuché a los mismos chicos contar que uno de ellos había COGIDO. Hablándolo con los de mi edad, me aseguraron que todos los chicos de 16 cogían seguido. Pensé que en pocos años se abriría para mí un mundo maravilloso, pero la vida fue mucho más dura para mí, por lo menos en lo que a coger se refiere.

En un recital de Fito Páez tuve el mejor momento de mi vida. Fue creo en Brillante Sobre El Mic (si no fue en ese tema, fue en otro igual de famoso.) De repente, me vino la misma sensación que con la pepa (solo por un segundo, pero llegó y supe reconocerla.) Quizás hacía más de 10 años que no tomaba pepa, pero llegar por un segundo a esa sensación con la auto-química me hizo creer que se puede.

Fui a Zurich (Suiza) este mismo año (2016) y pensé que iba a ver un país hiperdesarrollado. Salí a la noche y me encontré con un ambiente similar a Sodoma y Gomorra. Estaba lleno de prostitutas que tenían pinta de yonquis (no las hubiese cogido ni gratis), y cientos de otros personajes poco recomendables. Creo que fue la única vez en mi vida que pensé que debía haber más policía. Pasaba la yuta, pero muy de vez en cuando. Igual me emborraché mucho y me divertí hablando con muchas suizas, alemanas y otras.

Estaba enfermo de ganas de ir a un recital en 1988, pero no tenía plata. Fui a pedirle a mi abuela Sunilda. Mientras me la daba me dijo: “Por lo menos andá a llevarme unas flores al cementerio cuando me muera”. Se murió 12 años después, y nunca fui al cementerio. Sin embargo, estoy casi seguro que ese fue el momento MÁS FELIZ DE MI VIDA, y lo recuerdo siempre. No me siento culpable de no ir al cementerio, porque la SENSACIÓN DE FELICIDAD que tuve cuando me dio la plata y supe que iba a ir al recital, fue tan grande, la recuerdo tan seguido, que me parece que con eso ya es suficiente. Nadie hizo algo que me alegrara tanto como esa mujer ese día.

En 1982 Titanes en el Ring salía por canal 11, los viernes a la noche. Mientras los titanes peleaban, un científico loco armaba un Androide. Yo pensé que nos iban a tener todo el año con esa boludez, hasta que a fin de año el Androide iba a estar listo para luchar (ya conocía las estratagemas de Martín Karadajián.) Sin embargo, en el tercer o cuarto programa de esa temporada (en abril), el Androide tomó vida, irrumpió en la pelea que se estaba desarrollando, y derrotó a los 2 luchadores con sus “dedos magnéticos”. Pocas veces en mi vida me excité tanto como en ese momento.

En 2003, más o menos, trabajaba con un pibe que se llevaba muy mal con nuestro jefe. Siempre se agarraban en discusiones profundas, y yo tenía que mediar para que no se vayan a las manos. El pibe había puesto un negocio de computación en el centro de Luján (yo le había prestado la plata.) Como justo yo había chocado el auto, lo convencí para que caminásemos 30 cuadras -cada día- desde el laburo hasta el centro de Luján. Él al principio no quería, pero luego se dio cuenta que eso era buenísimo. En esas 30 cuadras bajábamos las revoluciones, nos oxigenábamos, y hacíamos todas las catarsis. El tiempo nos premió.



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