Envidio
a las mujeres porque lloran. Su complicado sistema hormonal hace que,
antes circustancias que las sobrepasan un poquito nomás, suelten las
lágrimas. Las envidio porque creo que esto les hace bien a la salud,
les alarga la vida.
Los
hombres, en cambio, no lloramos nunca, o casi nunca. Yo ni me acuerdo
cuando fue la última vez que lloré (quizás hace 20 años, o más,
no sé.) Y jamás reconocería que hay algo que me de ganas de
llorar. Por eso todos los hombres nos morimos antes que las mujeres,
cuando el corazón no da más por toda la angustia que nos comimos y
no digerimos. Somos conscientes que comer grasas, fumar, beber y todo
eso no ayuda, pero lo que menos ayuda, lo que más arruina nuestra
corazón, no es el Fernet sino todo lo que nos pasa por dentro y no
exteriorizamos mediante lágrimas. Por eso somos más boludos que las
mujeres. Algunos tratan de mitigar su angustia mediante la violencia,
pero eso es ser más boludo aún, porque el descargo interno por
putear y apurar y creerse muy macho, tiene su contrapartida en los
mayores problemas internos que tienen todos los violentos, que si no
se mueren antes de un paro cardíaco, se mueren cuando se cruzan con
uno más loco que ellos. Haríamos más negocio largándonos a llorar
cuando alguien nos cruza el auto, que gritarle “¡La concha
zampullida de tu vieja!”, bajarnos y abollarle la cabeza de un
matafuegazo a ese conductor imprudente.
Por
eso, recomiendo a todos los hombres que LLOREN, ya sea por problemas
laborales, amorosos, existenciales, familiares, futbolísticos, o
porque sus mujeres los cagan a pedos si juegan a la PlayStation.
Seguro ganarán unos cuantos años de vida. Lamentablemente yo mismo
no puedo poner en práctica este consejo, ya que nunca reconocería problemas que no puedo dominar, solo reconozco boludeces como que tengo que llevar el auto
al lavadero y tengo fiaca, o me pongo de mal humor si no encuentro el
control remoto. Pero uno de estos días busco mejor en mi interior y
me largo a llorar con todo.
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