En
mi última mudanza, en el 2011, metí en cajas de cartón y cajones
de frutas todos mis libros, con el objeto de trasladarlos. Mientras
lo hacía, mientras miraba cada uno al meterlo en la caja, pensaba
con melancolía anticipada: “¿Qué será de todos estos libros
dentro de 50 años? ¿Se conservarán bien o mis futuros nietos
decidirán tirarlos, sin interesarse en ellos, sin ni siquiera
ojearlos?” “¿Qué hacemos con toda esta mierda que tenía el
abuelo?” “¡Tirala al carajo!” Esos pensamientos me resultaban
muy molestos, ya que todos esos libros eran una parte de mí, me
habían convertido en lo que yo era. La posibilidad de que los tiren
era mi muerte definitiva.
Cuando
una persona entra a mi casa yo hago una calificación interna: si al
entrar van directo a mirar lomos de libros y manotean
alguno para
leer la contratapa o hacen alguna pregunta, esas personas me caen
simpáticas. Yo mismo, cuando veo en una librería algún libro que
me gustó mucho, no puedo evitar pasar los dedos por su tapa como si
fuera una caricia. Es una forma de agradecimiento por los
emocionantes momentos que ese libro me hizo vivir. Quizás lo leí
hace muchos años, pero la sensación, el gustito a felicidad,
queda, y hay que restituírlo aunque sea con una simple caricia.
Sin
embargo, casualmente desde mi última mudanza, me encontré con el
formato electrónico (Epub) y comencé a leer casi todo en ese
formato (incluso releí libros que tenía en papel). Esto me confirmó
lo que ya sospecha: el amor al objeto físico libro no tenía mucho
sentido, lo importante es el placer de la lectura, ya sea en papel o
epub. Sumado a esto la cantidad de información que hoy tenemos
disponibles (¡yo recuerdo la época donde nos costaba conseguir
información!), estoy notando que, poco a poco, algo está cambiando.
Hace
poco felicité por Twitter al autor de un libro que me pareció
Excelente. Me agradeció y me preguntó cómo había llegado al libro
(era un libro del 2003 que creo que hoy no se consigue en las
librerías.) Le dije: “No te enojes, pero lo bajé de una página
de Epub gratis”. Sé que es algo ilegal pero me parece mucho mejor
leer que no leer. Por hacer esa ilegalidad descubrí que ese autor
era un escritor genial.
Muchas
personas nos jactábamos de nuestra biblioteca. Aunque sabíamos que
no volveríamos la mayoría, algo nos
tranquilizaba al saber a que ahí estaban, disponibles por si
teníamos una curiosidad. Hoy estamos descubriendo (de a poco, a
algunos les cuesta mucho) que el objeto físico libro están ocupando
lugar, y quizás sería mejor regalárselos a alguien que los
disfrute. Claro que no tiene mucho sentido donarlos todos juntos, el
proceso debe ser el de elegir al posible lector para cada libro, a
esa persona que sabemos que ese libro le va a fascinar. Así como
esos libros nos cambiaron la vida (si el aletear de una mariposa
provoca esos efectos, imaginate lo que produce que uno lea un libro),
regalar los libros usados a las personas indicadas es un acto de
justicia. Así que si alguien te regala un libro usado, ponete
contento y leélo, porque seguro que esa persona te valora. Y si tus
nietos tiran a la mierda todos tus libros... bueno... qué importa si
ya estás muerto.
(Hace
unos años, borracho en un bar de esos que están bien llenos, regalé
a una chica “Los Siete Locos” de Roberto Arlt que justo tenía en
el bolsillo de la campera. Ni me la levanté ni nunca más la vi,
pero me gusta pensar que lo leyó y que un día me va a cruzar, me va
a reconocer y me va a agradecer.)
3 comentarios:
Hola Ale, como te vas? me gustaria tener indicaciones tuyas de los nuevos escritores argentinos. Conozco bien a Martin Kohan que me encanta. Leí Ciencias Morales y Segundos Fuera. Hay algun otro autor que te guste? Abrazos.
Hola Carlos. No son tan nuevos pero me gustan:
Hernán Casciari
Leo Oyola
Marcelo Figueras
Fabián Casas
Son todos que andan por los 40 y 50.
Googleá por ahí que vas a encontrar muchas cosas interesantes.
Abrazo!
Gracias Ale! Haré la busqueda!
Publicar un comentario