Siempre
me había asombrado la inteligencia de Daniela y, debido a ese
asombro, nos habíamos hecho muy amigos, de esa clase a los que se
les confiesan los secretos más íntimos, y uno piensa que si la vida
los separa, en un reencuentro todo volverá a ser como antes con un
simple contacto visual. O al menos eso había pensado una vez que nos
separamos, cuando ella se fue de mochilera “por tiempo
indeterminado” a recorrer Sudamérica. Ese atardecer del 2008, nos
dimos un abrazo muy lindo, nos dijimos que nos queríamos mucho, y
supimos que no nos íbamos a volver a ver por un tiempo.
Respetaba
mucho a Daniela porque era la única persona que me ganaba todas las
discusiones. Había estudiado Medicina y Filosofía (¡a la vez!) y
varias carreras más, y había hecho un doctorado en una Universidad
francesa que
no recuerdo el nombre (pero no era La Soborna) con una
Directora que tenía exceso de pergaminos. Su
tesis, publicada y premiada, se titulaba algo así como: “La
Relación Entre El Sistema Digestivo, La Dopamina Y Determinadas
Conexiones Cerebrales Del Sector 7G”. Una vez me había pasado un
primer borrador, quise leerlo pero no entendí nada.
Años
después, a fines del 2011, Daniela me mandó un mail. Habíamos
perdido todo contacto porque se había borrado de todas las redes
sociales y ni siquiera tenía celular. Me contó que había vuelto a
vivir en Luján. Ella, que había vivido en barrios cerrados desde
antes que estuviesen de moda, vivía ahora en un barrio marginal del
cual yo ni siquiera había oído el nombre. Me invitó a ir a
visitarla, acepté, pero luego tuve que contactarla para pedirle
explicaciones de cómo llegar, ya que su dirección no figuraba ni en
mi GPS ni en el Google Maps. Con un poco de miedo, pero con
expectativas de reencontrar la linda amistad que alguna vez habíamos
tenido, y con un Fernet y una Coca Cola de dos litros y medio, fui a
visitar a mi amiga Daniela.
La
encontré en una casa de cemento sin revocar, pero bien iluminada.
Tenía computadora (pero no Internet) y había libros tirados por
todos lados. Ella rondaba los 35 años pero casi ni se notaba el paso
del tiempo en su cara. Sin embargo su mirada delataba que había
habido cambios profundos en su personalidad.
Nos
servimos Fernet, brindamos mirándonos a los ojos, y cuando me
preguntó cómo estaba, primero le dije “Bien”, y luego: “Bah,
todo lo bien que se puede estar después de haber salido seis meses
con una chica que me gustaba y haberme peleado hace un par de
semanas.”
-
Ale, cada vez que nos vemos me contás de tus problemas con las
mujeres. ¿No identificás el problema real?
-
¿Imposibilidad de controlar mis estados de ánimo?
-
¡No! Tu problema es la obsesión por la heterosexualidad.
-¿Lo
qué? ¿Qué me estás diciendo? ¿Qué soy un homosexual reprimido?
-
Te estoy diciendo que sos un obsesivo con el mandato sexual de
heterosexualidad que recibiste de la sociedad. Te imponés objetivos
como “ser feliz” que nunca lograrás. La heterosexualidad es un
régimen político que nos oprime.
Apuré
el vaso de Fernet y la miré asombrado. No podía creer lo que me
estaba diciendo.
-
¿Qué decís? Te veo muy cambiada. ¿Qué
onda? ¿Qué hacés viviendo en este barrio? ¿Te hiciste hippie?
-
Me siento cada día mas lejana de los hippies. Me parecen unos
liberales misóginos. Cambié, sí, pero hippie ni a palos.
-
¿Cómo resumirías el cambio, entonces?
-
Si tengo que elegir una palabra, creo que encontré una herramienta
de liberación y se llama Feminismo Radical.
“Uy,
hoy no la pongo ni a palos”, pensé, y le pregunté cuáles eran
las principales características del “feminismo radical”.
-
Plantear que la masculinidad tiene que desaparecer.
Mi
pija se terminó de achicharrar como cuando te metés a una pileta
con agua fría.
-
¿Qué? ¿Me invitás a tomar Fernet y me decís que tengo que
desaparecer? ¡Los dinosaurios tienen que desaparecer!
-
¡Eso! ¡La masculinidad debe extinguirse como los dinosaurios!
-
Explicalo mejor.
-
Hay que pensar la opresión transversalmente, reconocer la opresión
desde los privilegios de clase, de raza, de género, de especie, y
tantos otros privilegios que tienen ustedes, los hombres, y que hacen
que éste sea un mundo de mierda regido por el heterocapitalismo.
-
¿Tan duro?
-
Sí, así de duro.
-
¿Qué hago? ¿Me voy? ¿Me pego un tiro? ¿Te dejo el Fernet o me lo
llevo?
-
Quedate que te explico.
-
Dale, a ver, decime... ¿Qué te molesta de mí? ¿Tengo salvación
cambiando algo o sólo debo desaparecer?
-
La masculinidad no hizo mas que imponer la heterosexualidad, que es
un régimen político donde el único sujeto privilegiado es el varón
blanco de clase media, los demás son la otredad y son la mierda y
por eso, la masculinidad debe desaparecer.
-
¿Querés eliminar a todos los hombres?
-
No, Ale. No quiero decir que los bioasignados varones como vos tengan
que desaparecer, sino que tienen que ver como se resignifican dentro
de una "identidad" que no sea opresora. La masculinidad no
tiene NADA para rescatar. Nada, nada, nada.
-
¿Nada? Recuerdo que te gustaba bastante la pija.
-
Tu simple existencia como varón reconocible, como varón en la calle
me oprime. ¡Eso debe cambiar! Todos los biosignados genitalmente
masculinos deben modificar sus conductas y su mecanismo de
pensamiento.
-
No puedo creer que estemos teniendo esta conversación. ¿Podés dar
un ejemplo concreto de algo que todos acepten como normal pero vos
no?
-
La heterosexualidad.
-
¿Yo debería ser bisexual?
-
¡No! Ser bisexual es una mierda. Encasillarse en una preferencia
sexual y definirse es una mierda.
-
¿Qué debería ser entonces, si no me puedo encasillar?
-
Deberías no tener mandato social. Lo peor de todo es el mandato. Ser
heterosexual es un mandato. Y todos los mandatos son una mierda.
-
¿No puede ser que simplemente me guste ser así? ¿Que lo elija
libremente? Me gustan las mujeres, vos lo sabés bien.
Se
rió a carcajadas.
-
¿Posta? ¿Estás seguro que elegís? ¿De CASUALIDAD elegís lo que
todo el mundo elige?
-
No es casualidad. Son mis gustos. Me gustan los Beatles, los Rolling
Stones y las minas. Ni siquiera me cuestiono ser bi u homosexual. Ni
siquiera lo pienso, ni siquiera he tenido fantasías.
-
Por eso... Eso tiene un nombre: estar cooptado. Estás tristemente
cooptado.
-
Me gustan las mujeres. ¿Por qué habría de esforzarme por cambiar
lo que me surge naturalmente?
-
Ale, te surge naturalmente porque te lo impusieron. Entendelo. A ese
punto de cooptación, ni te imaginas otro tipo de sexualidad
(habiendo tantas.)
-
No entiendo el punto. ¿Vos ahora son indefinible sexualmente? - no
me animé a preguntarle si era gay por miedo a que me tire el vaso de
Fernet en la cabeza por encasillarla.
-
Sí, soy indefinible. A lo que voy es que no bien entraste me
contaste una nueva frustración por tu relación con las mujeres...
¿sabés por qué? Porque es tu mandato estar en pareja y con una
mujer, en tu caso. Y eso está condenado al fiasco. Siempre te va a
salir mal. Yo lo veo como un dispositivo de control para crear
cuerpos dóciles y tristes.
-
¿Qué? Suponiendo que sea verdad lo que decís... ¿Quién maneja el
dispositivo? ¿Quién quiere que yo tenga un cuerpo dócil y triste?
-
El capitalismo, Ale. ¿Quién va a ser? No existe la pareja feliz, no
existe la felicidad en la pareja. Nada le conviene más al
capitalismo que esas preocupaciones pelotudas.
-
Me estás matando con tus ideas. Son nuevas y rarísimas para mí. Me
cuesta entenderlas. Vos también parecés “cooptada” por tus
nuevas ideas.
-
Mmn... no me siento cooptada. Además, no es una idea, es una
práctica. Igual ninguna está exenta de ser cooptada, pero hay
niveles.
-
¿Y cómo es tu vida entonces? ¿Nunca estarías en pareja?
-
No hago futurología pero supongo que no. La pasé muy bien cuando
estuve en pareja, pero el balance es negativo. Cuando estaba en
pareja pensaba distinto, y lo que buscaba era estar tranquila,
segura, cómoda, y hoy no quiero eso, prefiero la incomodidad.
-
Me sorprendés mucho. Me chocan tus ideas. ¿Cómo es tu vida?
-
Es una vida que me lleva constantemente a encontrarme con cosas súper
intensas y desconocidas. Así que no sé cuál será mi devenir...
-
¿Podría resumirse que no buscás amor ni comodidad, sino nuevas
experiencias que te sigan abriendo la cabeza?
-
Claro. El amor romántico es el mayor chamuyo de la humanidad.
Le
conté entonces mi última relación amorosa, que todavía me dolía.
Un nuevo fracaso en mi larga lista de fracasos. Otra que me había
dado muchas cosas buenas mixturadas con cosas insoportables. Terminé
diciéndole que una parte mía quería volver con ella, pero que
sabía que eso irremediablemente me iba a volver a lastimar.
-
Obvio, es que no hay otra, eso va a pasar. A menos que con
consentimiento de ambos decidan tener un tipo específico de relación
e intenten construirla. Hay millones de alternativas.
-
Yo veo esa relación como un intento fallido de ser feliz (por
momentos lo fui y mucho.) ¿Vos la ves como parte de un mandato
social que yo tengo que cumplir?
-
El mandato no es el momento de felicidad, sino eso, un puto mandato
que hace que termines estando condenado a pasar pocos momentos buenos
y después ser la lágrima que solés ser. Entonces, en líneas
generales, sos un cuerpo triste y por lo tanto fácil de dominar y
manipular. Y seguís buscando, sin darte cuenta, alimentar la
tristeza que tenés en el cuerpo.
-
¿Vos qué hacés si encontrás a alguien que te da felicidad durante
meses?
-
La paso bien, pero siempre desconfiando del fluir, el famoso verso
hippie "que fluya" es mentira... nada fluye. Si no buscás
organizarte de alguna forma alternativa, te organiza el capital. El
simple hecho que hayas traído un Fernet es dejarse organizar por el
capital y me oprime, aunque está rico.
-
¿Y cómo podrías organizarte?
-
No hay técnicas universales, depende de cada caso. Yo si alguien me
gusta trato de ver que cosas nos potencian, y no caer en la comodidad
porque intoxica. Ir probando cosas. Cuando ya das por sentado cómo
van a ser las cosas es que estás en una zona de confort, pero creo
que eso es lo que vos querés, lo que siempre buscaste.
-
Y sí... Dani... eso me pasa. Quiero comodidad, sentirme bien,
sentirme querido. Tengo arraigada esa búsqueda desde chiquito,
seguro. Creo que ni siquiera había pensado que alguien no tuviese
arraigado eso.
-
¿Ves? ¡Es lo que te estoy diciendo!
-
Volviendo a la misoginia... A los Stones, por ejemplo... ¿los
considerás unos misóginos horribles?
-
OBVIO. Todo el rock es altamente misógino. Y si no es misoginia
directa es de la indirecta a lo Flaco Spinetta que hace un culto a la
mujer biológica reproductora de niños, inspiradora de amor y luz.
¡Lo odio! En ese sentido Spinetta me parece mucho más pajero que
todos, porque lo peor es que se jacta de poeta culto de elite. Dale
tu leche al niño. ¡Andá a cagar! - me dijo enojada, en
aquella época en que Spinetta todavía no había muerto. Años antes
había sido uno de sus mayores ídolos.
-
Pero... ¿dónde quedó la Daniela con la que escuchábamos Stray
Cats Blues y Gimme Shelter a todo volumen
mientras pogueábamos?
-
El rock es una misoginia total. Sin embargo, eso no quita que yo
pueda hacer una apropiación de sus producciones. Yo no
considero que una producción cultural o la "cultura"
en general (odio cómo se habla de la cultura) sea producto de
una acumulación histórica. Eso no quiere decir que esas obras
sean susceptible de ser disfrutada por mí, aún cuando
exacerben la misoginia. La obra no es de “los Stones” (esos
horribles misóginos), la obra puede servir para algo o acumular y
potenciarme para algo. Dejó de importarme el personalismo, qué hay
detrás de las canciones. Lo que me importa ahora es el efecto y lo
que puede generar. Mirá, te voy a mostrar, vamos a hacer algo,
acompañame hasta lo de unos vecinos.
Salimos
de su casa, caminamos menos de una cuadra, y entramos sin golpear a
una casa de chapa desde donde se escuchaba cumbia villera a todo
volumen que provenía de parlantes enormes. Adentro había decenas de
personas bailando y bebiendo, algunos incluso tomando cocaína.
Daniela saludó con abrazos a todos los asistentes (que parecían en
su mayoría varones más misóginos que Alberto Olmedo), y comenzó a
bailar moviendo el culo como nunca la había visto, dejando a las
bailarinas de “Pasión de sábado” como chicas recatadas. Parecía
que su culo necesitaba un exorcismo. Quedé atontado y boquiabierto.
La música era cumbia villera, y las letras de las canciones hablaban
sobre “tirarte la guasca en la cara” y “sacarte barro del
ojete”. Daniela no solo sabía las letras, sino que las cantaba
mientras se movía como en trance.
-
No entiendo nada – le dije -. Hace un rato estabas puteando contra
Spinetta, que escribió “Entonces es como dar amor” y ahora estás
cantando diferentes rimas acerca de las roturas de orificios anales.
Parecés Luis Almirante Brown.
-
¡Ale! ¡Sos insoportable! ¡Vení a bailar! ¡Mové ese cuerpo
triste, dominado y manipulado que tenés! ¡Disfrutá del momento!
Intenté
bailar, seguir el ritmo, pero no podía. Todo me parecía muy
desagradable. ¿Prefería ser un CuerpoTriste a bailar? ¿Tenía
razón en lo que me estaba diciendo? ¿Debía bailar? ¿Debía
eliminar el mandato social que me había dicho que debía ser
heterosexual? Me gusta la fiesta y disfrutar los momentos pero todo
me parecía muy confuso y la cumbia villera me parece algo horrible.
¡Aguante Emerson, Lake & Palmer!
-
Ale, tenés que disfrutar. Los momentos de placer y de empoderamiento
son pocos. No te conviertas en rati porque odiás esta música.
¡Bailá! No construyas un cuerpo triste – me decía todo eso
mientras me pegaba culazos en la chota -. ¡Bailá! ¡Disfrutá! En
este momento te tenés que olvidar que el estado nace para defender
la propiedad privada y se funda en la opresión. Las diferentes
alternativas políticas son la misma mierda y nos van a seguir
oprimiendo si no hacemos un cambio interior. Cae uno y vuelve el
otro. Encima es cíclico – dejó de hablarme para cantar un
estribillo que hablaba de meterle un machete en el orto a un policía
de la Federal y continuó -. No hay salida por ahí. No hay salida
dentro de los márgenes del estado. Me rehúso a sumarme a
un juego que me deja teniendo discusiones estúpidas. La
Monogamia provoca dolor y es el aparato de captura del
heterocapitalismo global cognitivo. Estoy en guerra contra eso. La
Monogamia produce enfermedad, celos, dependencia. Yo no planeo una
utopía, prefiero alejarme de lo que me contamina como toda esa
mierda del sistema capitalista, que es global e integrado. ¡Bailá,
boludo, bailá! ¡Disfrutá!
Yo
intentaba moverme pero no entraba en ritmo.
-
Estar fuera del sistema es una mentira hippie burguesa – continuó,
mientras a la vez cantaba algo de comerse los mocos.
No
resistí más. Le dije que me sentía mal (era verdad.) Le di un beso
y me fui. Mientras volvía en mi auto, pensé en mi obsesión por las
mujeres, en la obsesión de todos los hombres heterosexuales por las
conchas y me imaginé que uno debería morirse atrapado por una
concha gigante, que la puerta al paraíso era una concha gigante que
te absorbía y uno entraba nadando en el flujo y se quedaba ahí en
paz.
Eso
fue en el 2011, y no volví a ver a Daniela hasta el ballotage de
hace poco, cuando Macri le ganó a Scioli. El lunes apareció por mi
casa sumamente excitada y contenta porque había ganado Macri. No
entendía por qué hasta que me explicó. Dijo que venían tiempos de
gran opresión, porque era clarísimo que Macri era el enemigo, y eso
iba a hacer despertar a la sociedad. “Cristina fortalecía el
estado y las fuerzas de seguridad y simulaba ayudar a los pobres”,
me dijo, “y así nunca íbamos a poder hacer el mundo nuevo. Ahora
es inminente. Construiremos un mundo nuevo a partir de las ruinas de
este mundo enfermo. En unos meses se cae todo y viene el cambio
social que esperamos. Todo se va a tornar más evidente, la opresión
se va a volver más evidente. El cambio empezó. La gente se dará
cuenta de la tristeza que habita en sus cuerpos, y vendrá un mundo
mucho mejor. ¡Eliminaremos el dispositivo de creación de cuerpos
tristes y disminuidos! El ser humano no se seguirá
autoboicoteando”, me gritó, con cara de drogada.
La
situación me parecía tan disparatada que solo se me ocurrió
ofrecerle dinero para financiar parte de su revolución.
-
¡No! ¡Fuera el capitalismo! ¡El mundo nuevo se hará sin armas ni
capital! Solo con el entendimiento de la gente que el mundo debe
cambiar, que no podemos seguir viviendo en esta MIERDA.
Estaba
como enloquecida, en trance otra vez. Se fue. Me asomé a la puerta y
la vi yendo para la esquina. Seguía hablando sola, caminando,
moviendo los brazos, gritando por momentos. Entonces pensé:
“Ahí
va Daniela, Doctora en Filosofía, la única cuerda en este lío, o
no. Ahí va Daniela, en un delfín, rumbo al infinito.”
2 comentarios:
Uh, ¡cuánta locura!
Por momentos me sentí identificado, algunas situaciones parecidas como la de la casilla he vivido. Y no hace mucho.
Me ha pasado también encontrarme con esa gente que lima de repente y uno no entiende cómo pueden pasar de republicanos fundamentalistas religiosos a ateos anarquistas así, de repente.
El tema de Riff cada día suena mejor.
Por ahí nombraste a Olmedo
http://frodorock.blogspot.com.ar/2016/01/las-canciones-que-cantaba-borges.html
Saludos y Feliz año!
Gracias Frodo! Es un cuento inspirado en hechos reales. Y Olmedo era un misógino!!!!
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