sábado, 1 de enero de 2011

La Pregunta Obvia


Estamos en 1977. Es viernes a la noche y hace frío. José tiene 6 años, y está sorprendido: algunos militares estaban en el cumpleaños de un vecino y, con la impunidad que los caracterizaba, habían ido en un camión del ejército en lugar de en sus vehículos particulares.

La mamá de José, una inspectora del tipo “con-los-militares-estamos-mejor”, está preocupada.
Son las 10 de la noche y su hijo mayor todavía no volvió de la Facultad de Medicina, donde curso su primer año. Para colmo, su hijo mayor tiene el pelo rubio un poco largo, casi hasta los hombros.

A pesar del frío, lleva a su hijo de la mano una y otra vez hasta la esquina. Quiere asegurarse que su otro hijo vuelva, pero éste no llega. Van hasta a la esquina, vuelven a la casa, y a los diez minutos vuelven a salir. José percibe el nerviosismo de su mamá, y entonces realiza la pregunta obvia: “Pero, mamá, ¿por qué te preocupás si están los militares que son buenos?”

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