Leyendo una biografía de Steven Spielberg de 500 páginas, comprada a $ 10 (¡soy genial invirtiendo el dinero a efectos de maximizar el placer!), que me leí en dos días, vino a mi mente el recuerdo de un sábado de mayo de
Estaba en 6to grado y, como todos los años, en la escuela nos llevaban a una excursión anual a Buenos Aires, donde siempre nos mostraban las mismas cosas (el Planetario, los bosques de Palermo, el Cabildo, la cancha de River, y algún museo.) Pero aquella vez la señorita anunció los lugares de la excursión, con un bonus track impresionante: para el cierre de ese día, iríamos al cine a ver el reciente estreno: Indiana Jones. Ningún compañero saltó tanto de su banco como yo al oír esa noticia. Por una vez, Dios me había escuchado.
Recuerdo estar ahí, impaciente, en la puerta del cine Iguazú, con todos mis compañeros, con la panza llena de burbujas porque cada uno llevaba una gaseosa de
Días después, en la escuela, me enteré que algo le había pasado a una chica durante la proyección. Al parecer, un hombre se había sentado al lado de ella y le había tocado la pierna. La chica se había largado a llorar. Perdimos una hora de clase hablando del tema, con la maestra dándonos consejos sobre los pervertidos que podíamos encontrarnos en la vida. Juro que yo no podía entender cómo esa chica se había perdido la película por eso. En la película un tipo arrancaba corazones… ¿cómo podía eso compararse con una tocada de piernas? Creo que incluso deslicé un comentario onda: “Tanto kilombo por eso” y me cagaron a pedos, como si yo fuera un pendejo que no entendía nada (obviamente lo era.) Igual, ahora que entiendo un poco más (no mucho), creo que si yo hubiese sido la chica me hubiese cambiado de lugar y listo. ¡Ni a palos me perdía semejante película!
Años después volví a verla, y nunca pude volver a encontrar las mismas sensaciones de aquella vez. Leyendo la biografía de Spielberg, me doy cuenta que eso sucedió porque Spielberg era un chico en el cuerpo de un grande, y por eso sabía TODO lo que los chicos queríamos ver. En mi caso, le pegó justo en el blanco. Lo que pasa es que después debo haber crecido un poco. Sin embargo, las sensaciones de aquella tarde nunca las olvidaré, y aunque sé que Spielberg jamás va a leer esto, no me queda otra que decirle: MUCHAS GRACIAS, desde el “adulto” que ahora soy que no se olvida ni un poquito lo que sentía cuando era chico.
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