Anoche iba para el cumpleaños de 21 de mi amiga saynomoreana Curita (quien muchas horas después no quería entregar la llave a los que se querían ir.) Llevaba un Fernet y una Coca Cola, y tenía la sensación que iba a un asalto de la década del 80, cuando lo único que esperábamos era poder bailar lento el tema de la película Top Gun para después poder hacernos una paja motivada.
Cuando de repente, detrás del segundo peaje, se aparecieron ellos: la policía. Me hicieron parar el auto, me pidieron el registro, la cédula verde, el seguro y la Verificación Técnica, y luego me dijeron que iba a tener que hacer el test de alcoholemia. “Aleluya”, pensé. “¡Bendita Ley de las probabilidades! Si me lo hacen ahora, es muy improbable que me lo hagan la vuelta, ya que quién sabe que extrañas cosas me obligarán a consumir los asistentes al cumpleaños”. Así que, muy cancherito, sabiendo que lo último que había bebido había sido un vaso de birra el martes a la noche, me dispuse a hacer el test. Sin embargo se me re-complicó, porque había que soplar 10 segundos seguidos y me quedaba sin aire. Me empecé a poner nervioso y fallé 5 o 6 veces. Los canas, que veían la botella de Fernet en el asiento del acompañante, empezaron a hacerme preguntas. “¿De dónde viene usted?” “De mi casa” “¿PERO DÓNDE ES SU CASA?” “Ah, en Luján, disculpe”. Me dieron el ultimátum, me dijeron que si otra vez me salía mal me iban a sacar el auto, y que tenía que agradecerles que me daban tantas oportunidades. Pensé: “Uy, ya veo que me sacan el auto justo cuando estoy re-contra sobrio. ¡No puedo ser tan nabo!”. Les pedí poder sostener yo el aparatito, y decidí soplar de otra forma. Lo logré (en realidad era re-fácil, solo que en los primeros seis intentos yo soplaba tan fuerte que me quedaba sin aire). Me salió 0.0 (Cero punto cero). Respiré aliviado y les pregunté si me podía ir. Me dijeron que sí y salí lo más rápido posible porque odio a la policía. Me regalaron el piquito por donde soplé.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario