viernes, 7 de enero de 2011

No Maté Dos Pájaros De Un Tiro


Esta mañana estaba en un barcito de estación de servicio, tomando el café con leche con medialunas, y leyendo mi revista ORSAI, cuando de repente un niño, de aproximadamente 10 años, que caminaba tan canchero como un rappero de Brooklyn, entró a comprar una bebida energizante. Vestía bastante bien, con zapatillas imitación All Stars
, un jean sin marca pero con bastante onda, y una de esas remeras con estampados y escote en V. Se había peinado con los pelos parados, de una forma que le debe haber llevado más de media hora. Eran las 9 de la mañana.

Preguntó cuál era el más barato, si el Speed o el Red Bull. Se decidió por el Speed porque valía $ 0.25 menos ($ 6 versus $ 5.75) Mientras sacaba su dinero, una pastillita se cayó de su bolsillo y rodó hacia mí. El pibe no se dio cuenta. Era una capsulita verde, que sospeché que tenía anfetamina adentro, y había sido elaborada en un laboratorio que no cumplía con las normas legales. Estoy seguro que se pueden comprar sin receta, así que las obras sociales no realizan reintegros por las mismas.

Pensé que podría matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, podría evitar que ese chico caiga en las rudas manos de la droga, que quizás lo llevarían a una adicción que luego lo obligue a convertirse en un delincuente para proveerse de más substancias. Por otro lado, podría drogarme yo. Pero descarté estas opciones. No hay que robarles las anfetas a los niños, ni tomar cosas que se encuentran en el piso. Me enseñaron desde chiquito que si un hombre o Ronald Reagan te ofrece un caramelito, hay que decir NO. Así que le dije: “Pibe, se te cayó eso”, y el pibe me dijo: “Uy, gracias!!!!!!!!” y se guardó la capsulita en el bolsillo. Yo seguí leyendo mi revista Orsai, mientras mojaba la medialuna en el café con leche. Al mezclarse ambas substancias, la medialuna se convirtió en algo totalmente distinto, como las mentes antes las experiencias no-ordinarias.



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