sábado, 19 de mayo de 2012

Inéditos (Por Miguel REP)

Lo que sigue lo escribió Miguel Rep. Como corresponde a este gran artista, lo hizo historieta. Sin embargo, el texto es tan lindo que puede ser leído sin la necesidad de ver los dibujos. Aunque si querés verlo podés ir a la ORSAI Nº 5, que es de donde los tomé prestados:

INÉDITOS (por Miguel REP)

Salvadora le ha dado de mamar a 90 huerfanitos (noventa); tras quedar ella misma huérfana de su pequeño hijo. Si puediera, Salvadora le daría su leche tibia a los perritos sin mamá. Nadie sabe su apellido.


Remo Fanacoa Lynch, heredero de una familia pudiente y con cierta prosapia, fue banquero y no lo soportó. Fue empresario y no lo soportó. Fue político y no pudo más. Fue publicitario y no pudo aguantar. Lo metieron a administrar sus campos, y los entregó a sus dueños originarios. Y se casó con una chica muy simple, una joven con un bebé. Y ahora Remo vive del pan que hace cada día, el más rico y barato que puede cada día.

El Juez Arsitóbulo Del Jugo imparte la ley con escasa moderación: siempre favorece a la verdad, y a los más desfavorecidos. Nunca se equivocó, y hasta los afectados por sus decisiones terminaron conformes, dada la actitud conciliatoria de sus fallos. Cada acto de su vida está regido por la justicia. Come lo justo, vacaciona lo justo, su guardarropas tiene lo justo.

Lumilagra cuenta cuentos en las residencias para ancianos. Va trayendo y llevando historias de vidas de un geriátrico al otro, y cuando le toca alguien en su lecho final, Lumilagra averigua la propia vida del moribundo y se la cuenta embellecida, noble, para que el viejo/a se vaya en paz, con la sonrisa de ella como última visión.

Le pasaron todas a Cirilo Corloc Miranda. Hoy es un anciano que ha sobrellevado la orfandad, pobreza, traición, humillaciones, abandono, estafas, cuernos, corralito, tortura. Su desesperación sin aspavientos lo llevó a los que quieren. Pero no guardó ningún resentimiento. Es más, no para de decirles a sus nietos y todo pequeño que se cruce, que la vida es hermosa, y les insufla el valor de respirar el aire de cada minuto. No pide nada y lo da todo. Hasta su dentadura y su riñón, si alguien los necesitare!

Esmeralda Warrior disfruta de amar, y no exige amor. Sabe que dar amor es recompensa mayor que recibirlo, y así anda por esta vida, generosa, en estado casi de gracia, salvo cuando le duele la muela.

Consciente de su pequeña parcela de poder, pero poder al fin, Terencio es un servidor público que atiende bien a la gente, personas angustiadas que acueden a su ventanilla tras hacer una larga fila, y que esperan con resignación más y más maltrato a medida que sus trámites se complican. Pero no, Terencio los recibe con su encendida sonrisa, y mirando a cada uno a los ojos, les simplifica las cosas a quienes seguramente pagan impuestos para que él esté ahí.

Sabrina Mur nunca ganó a nadie. Pero cuando decimos nadie significa nadie. Ni a un hermano/a ni a sus padres ni a ningún pariente, ni a sus compañeros, ni a amigos, ni a supuestos contrincantes, ni al Estado, ni a sí misma. Ni a un animalito, ni a quien piensa distinto a ella. Ni siquiera a quien quiso cagarla, o lo haya logrado. Sabrina se recupera de eso, y sigue con su conducta.

Aunque sea difícil de creer, Octavia es una artista cero narcisismo. Anda por ahí viendo como su don puede ser útil a los demás, y cuando decimos útil quiere decir: darle esperanza a los desahuciados, alegría a los desesperados y claridad a los oscurecidos. Su arte particulariza e integra. Ama también a su quintita, de la que comen ella y su familia.

El cura Caneloni sabe que nació para eso. Se consagró a eso. Sabe que, quizás, su creencia sea una superstición colectiva que se le hizo personal. Pero cree que puede ayudar, sin por ello aspirar a afiliar creyentes. Nunca se acostó con mujer ni varón, nunca aceptó dineros estatales ni limosnas. Come de lo que trabaja. A los niños los ve como niños.
Caneloni es un ángel incorruptible revoloteando por los barrios bajos.
Solamente ahí lo conocen.

Amancio Stum, el pediatra, no cobra por curar a sus pequeños pacientes. Se sienta con los niños, los escucha y juega y los sana. Y, como pago, solo acepta un té. Un tecito, dice él. Y Amancio siempre anda buscando un baño donde descargar tanto té.

Toda gente que tiene con qué, y elige usar su paso por la vida para mejorar las de los demás.

Ellos son los inéditos.
(y quizás ahora se enojen con nosotros, porque acabamos de transformarlos en Éditos.)

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