viernes, 12 de julio de 2013

Boys Don't Cry



Envidio a las mujeres porque lloran. Su complicado sistema hormonal hace que, antes circustancias que las sobrepasan un poquito nomás, suelten las lágrimas. Las envidio porque creo que esto les hace bien a la salud, les alarga la vida.


Los hombres, en cambio, no lloramos nunca, o casi nunca. Yo ni me acuerdo cuando fue la última vez que lloré (quizás hace 20 años, o más, no sé.) Y jamás reconocería que hay algo que me de ganas de llorar. Por eso todos los hombres nos morimos antes que las mujeres, cuando el corazón no da más por toda la angustia que nos comimos y no digerimos. Somos conscientes que comer grasas, fumar, beber y todo eso no ayuda, pero lo que menos ayuda, lo que más arruina nuestra corazón, no es el Fernet sino todo lo que nos pasa por dentro y no exteriorizamos mediante lágrimas. Por eso somos más boludos que las mujeres. Algunos tratan de mitigar su angustia mediante la violencia, pero eso es ser más boludo aún, porque el descargo interno por putear y apurar y creerse muy macho, tiene su contrapartida en los mayores problemas internos que tienen todos los violentos, que si no se mueren antes de un paro cardíaco, se mueren cuando se cruzan con uno más loco que ellos. Haríamos más negocio largándonos a llorar cuando alguien nos cruza el auto, que gritarle “¡La concha zampullida de tu vieja!”, bajarnos y abollarle la cabeza de un matafuegazo a ese conductor imprudente.

Por eso, recomiendo a todos los hombres que LLOREN, ya sea por problemas laborales, amorosos, existenciales, familiares, futbolísticos, o porque sus mujeres los cagan a pedos si juegan a la PlayStation. Seguro ganarán unos cuantos años de vida. Lamentablemente yo mismo no puedo poner en práctica este consejo, ya que nunca reconocería problemas que no puedo dominar, solo reconozco boludeces como que tengo que llevar el auto al lavadero y tengo fiaca, o me pongo de mal humor si no encuentro el control remoto. Pero uno de estos días busco mejor en mi interior y me largo a llorar con todo. 


 

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