domingo, 22 de agosto de 2010

Gimme Some True


A veces, cuando escucho a la gente hablar, oigo nombres y nombres y nombres y me asombro porque no conozco a nadie. Siempre me preguntan: “¿Lo conocés?” y yo digo: “Creo que sí” porque me da vergüenza no conocer a nadie. Sin embargo, aunque conozco a poca gente, me entero seguido de cosas de las pocas personas que conozco que no debería enterarme.


Conozco elegantes amas de casa que hacen pasar al sodero; mujeres que parecen inteligentes, a las cuales sus parejas abofetean seguido; y hombres recios que frecuentan travestis con mayores intenciones que hacerse petear o meterla por un culo. También conozco secretos de gente que no sabe que conozco esos secretos. Siempre me entero “de casualidad”. Algunos que parecen “winners” son “loosers totales”, pero lo esconden muy bien.


También me pasa lo contrario: sé que no son verdad muchos de los rumores que corren por ahí. Me consta la virginidad de una chica a la que varios creen “puta” (en una fiesta, se sacó fotos sugestivas para Facebook, para que nadie sospeche) y conozco a alguien a quien acusan de “falopero” que me consta que apenas olió un porro alguna vez. En estos casos, no aclaro los rumores porque me causa gracia que la gente esté inventando esas mentiras a la hora que tendrían que estar trabajando. Cuando escucho rumores que no me constan, tiendo a no creerlos, porque me consta que a la gente le encanta inventar cosas.

A mí me gusta la gente que dice la verdad, me gusta que me digan la verdad aunque duela. Me gusta la gente que sabe reírse de sí mismo y la que te parte el corazón con una verdad que no conocías sobre vos mismo. Mi mejor amiga es re-contra-varonera y sincera. Ella es capaz de saludarte contándote sobre su última paja. Me cae bien porque, si tiene ganas de cogerse a un amigo, coge, y cuando no tiene ganas le dice: “¿Para qué me insistís si ya sabés que cuando tengo ganas lo hago?” El otro día me mando un mensaje de texto que decía: “Ayudame, a ver si entiendo... por qué la confianza es la base de una relación para un hombre? Y otra cosa: soy tan adorable para que me perdonen por no confiar?” Yo le contesté lo que me parecía, pero en realidad debería haberle contestado: “Qué sé yo” porque la verdad... ¿qué sé yo? Lo único que sé es que valoro mucho que me digan la verdad.


Yo le decía a mi amigo Mariano que era la persona menos manipulable que conocía. Y también era muy sincero. Siempre andaba enojándose con todo el mundo y diciendo las cosas en la cara, con un vozarrón, y usando palabras hirientes. Pero la gente lo quería, creo yo, justo por eso: porque sabían que lo que decía lo que sentía (aunque quizás se equivocaba). Una vez, durante varias semanas, anduvimos en mi auto, y yo había dejado una latita de Pepsi en el lugar para guardar cosas de la puerta del acompañante. Nunca la tiraba porque soy muy haragán para esas cosas. A él le molestaba la latita, pero nunca me decía nada. Hasta que un día agarró la latita y me dijo, enojado: “¡Me tiene podrido esta latita! Te la partiría por la cabeza”. No la tiraba porque no le gustaba hacer basura en la calle, y confiaba que yo alguna vez la iba a bajar del auto. Pero a lo que voy es que me gusta que me digan las cosas en la cara. O sea: me puse contento que se enojase conmigo y me lo diga. Es una boludez, ya sé, pero sirve para ejemplo de esto que quiero explicar y no se entiende nada.


http://www.youtube.com/watch?v=TdF3eyJamfU&feature=search



1 comentario:

Paula dijo...

Lo que pasa es que no esta bueno que te manden semejante boludez a las 2 de la mañana...
Hubieses preferido que te invite a una fiesta llena de tetas gigantes.
Yo tambien quisiera haber no pensado en nada. Cien perdones.

Te adoro y te quiero.