En 1986, los cumpleaños de 15 más esperados eran los jueves, porque eran de las que tenían guita para alquilar un boliche. Quizás, al final, otros cumpleaños tenían más onda, pero los más esperados eran los jueves.
Uno de esos jueves, me junté con tres chicos de otra escuela, y nos escapamos un rato del cumpleaños de 15, para no tener que bailar el vals. Dimos una vuelta por el centro y pasamos por un videoclub (que recién llegaban en 1986), que justamente pertenecía al padre de la chica del cumpleaños. En 1986 no había personal de agencias de seguridad, pero existían los serenos, y éste estaba parado en la puerta del video-club. Nos pusimos a hablar con el sereno, y le dijimos:
- ¡Las pornos que se debe ver usted acá cada noche!
- No, ¿qué voy a ver? – nos respondió el sereno -. Si ni siquiera sé cómo se conecta el aparato ese.
Nuestros ojitos se iluminaron y le dijimos inmediatamente:
- No se haga problema. ¡Nosotros se lo conectamos!
Así que pasamos para el fondo, el sereno y cuatro quinceañeros de saco y corbata con las vergas ya semiparadas por la emoción de saber que íbamos a ver una porno tan inesperadamente. Conectamos enseguida y elegimos la que nos pareció más fuerte. Obvio que ya todos habíamos visto películas porno antes, pero igual recuerdo que quedamos muy impresionados con los tamaños de alguna pijas (supimos con certeza que nunca llegaríamos a tanto) y la buena predisposición de las actrices. Aprendimos esa noche que una chica puede ser penetrada por dos o tres orificios a la vez y que el semen se podía tragar. Al principio el clima era de algarabía (hasta el sereno hacía graciosos comentarios) pero creo que luego de 15 minutos la sacamos porque nos dio asco.
Volvimos al cumpleaños de 15 bastante al palo, pero seguramente terminamos arreglándonos con nuestras manitus. Por suerte, ya había pasado el vals.
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