viernes, 24 de diciembre de 2010

Julian Infante

Ahhh… tuve una salida inesperada y satánica, recién, pero estaba medio escabio en un bar, lleno de minas culeables, y pasaron la canción Mucho Mejor de Los Rodríguez, y me vino una vertiente de recuerdos que me hizo pensar: “Mejor me voy a mi casa a escribir mi blog (porque me debo a los lectores) porque, aparte, seguro que ninguna de estas perras va a querer que me la emperne sin antes emitirle un cantidad de charla, justo en un día que no estoy interesado en mostrarle a todas estas lo interesante que soy”. Me volví en un remis, un Duna rojo, hecho mierda, cuyo conductor (hermano del dueño del auto) no podía apagarlo (porque la batería no daba más), se quejaba de tener mucho trabajo, y me contaba que trata de garcharse a todas las pasajeras, pero nunca a las que van en grupo, porque “esas te boludean”. “Pero si una me da calce me la clavo acá nomás y le dijo a mi hermano que una vieja se meó en el asiento”. “Mucho flujo vaginal”, le dije, mientras le pagaba $ 8 y trataba de no odiarlo.

Apenas recuerdo la vida sin conocer a Andrés Calamaro. Cuando iba a sexto grado, sus canciones con Los Abuelos De La Nada eran las que más pegaban entre los que no sabíamos mucho de música. Mucho después, cuando era un enfermo de la música cuyo único objetivo en la vida era tener muchos compacts, me empezó a gustar (DE VERDAD) Calamaro a partir de una nota que Rodrigo Fresán hizo para el Suplemento No de Página 12, en 1993, contando las sesiones de grabación del disco Palabras Más, Palabras Menos, de Los Rodríguez, que saldría a la venta varios meses después. Me empezó a gustar porque, además de la buena crónica de Fresán sobre la grabación, se transcribían un par de letras que me parecieron geniales, y además se describía un espíritu rockanrrolesco que coincidía con mi forma de ver el rock.

Al poco tiempo, también de la mano de las crónicas de Fresán, compré el vinilo de Nadie Sale Vivo De Aquí, que Andrés había editado en 1989 poco antes de irse a vivir a España, y había vendido como 3 o 4 discos en Argentina. Me pareció lo más de lo más y, literalmente, gasté ese vinilo de tanto que lo escuché. Antes de que salga Palabras Más, Palabras Menos, ya había comprado también los discos anteriores de Los Rodríguez.

En abril del 94 me tocó ser un espectador privilegiado, desde la fila 16 del Gran Rex, de la presentación de ese disco de Los Rodríguez. Andrés estaba a la izquierda, con un revolver (quizás de verdad, quizás de juguete), apuntando al techo todo el tiempo (mientras con su otra mano tocaba el teclado.) Supongo que estaba pasadísimo de merca, comos siempre. Fue uno de los mejores recitales que vi en mi vida. Rock’n’roll puro. Los invitados, de lujo, fueron Charly García y Fito Páez.

Por la misma época, me llamó mucho la atención que la gente de mal gusto (por ejemplo, la que hoy gusta de arjona), empezara a demostrar mucho interés por la música de Andrés. Eso, que pensé que era una moda pasajera (es imposible que alguien que le guste la música de Calamaro pueda disfrutar, a la vez, de la música-melódica-grasa-con-letras-de-impotentes), me sorprendió de sobremanera. 17 años después todavía no logré descifrar ese enigma del gusto humano. Es increíble, pero a la gente que la gusta toda la grasada también le gusta Calamaro. Algo raro debe pasar por sus cerebros, o algo malo debe tener la música de Andrés.

En el 95, mientras esperaba entrar a un concierto de Charly en el Gran Rex, me crucé con Andrés Calamaro. Estaba, con sus brazos tatuados, esperando entrar en el hall del teatro. Dos minitas cercanas lo reconocieron y fueron a saludarlo con sendos besos. Yo no quise desaprovechar la oportunidad y me acerqué y le chanté un beso en la mejilla, diciéndole: “Me encantan tus discos”. Noté un gesto de desagrado de su parte cuando lo besé. Al poco tiempo, en uno de los pocos reportajes que daba para Argentina, dijo que no le gustaba la onda que en Argentina se besasen entre varones, porque en España eso no sucedía.

En el 96, en un boliche de Villa Gesell donde tocaba Blues Motel, me senté en el escenario, contra un bafle, y en un momento el cantante, Gaba, dijo: “Hace calor, no?” y yo, en estado etílico elevado, empecé a cantar “Hace calor, hace calor, yo estaba esperando que cantes mi canción:..” y todos se me cagaron de risa.

Pero todo esto viene a cuento para recordar a Julián Infante, el guitarrista de Los Rodríguez, mezcla perfecta (en cuanto a su físico) de Ron Wood y Keith Richards, que se murió de SIDA en el 2000, pero supo, en 1989, juntarse con dos argentinos exiliados para formar una excelente banda de rock’n’roll, Los Rodríguez. Gracias por el rock!

http://www.youtube.com/watch?v=p7xkX6xeehA&feature=fvst


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