viernes, 13 de mayo de 2011

Alejandro Rampazzi Vs La Burla De Dios


Este blog no tiene por objeto ventilar aspectos personales, aunque estoy seguro que si contase mis intimadades tendría muchos más lectores. Este blog no persigue tener muchos lectores. Amo este blog porque es muy libre. Es simple: escribo lo que tengo ganas cuando tengo ganas.

Hoy voy a contar algo personal, que es un combate que tengo contra el mismísimo Dios. Todo empezó cuando, pasado los treinta años, me enteré que algunos comestibles hacen mal a la salud, cuando mi
cuerpo me pasó algunas facturas debido a mi alimentación y mi vida disipada. Hasta ese momento, yo era un flaquito que nunca me había preocupado por el tema, porque estaba muy entusiasmado aprendiendo todas las letras de Bob Dylan o leyendo todos los libros copados que caían en mis manos, lo que no me daba tiempo para aprender manualidades como, por ejemplo, pelar papas, romper un huevo, o saber que la ensalada se condimenta (de estos últimos tres ejemplos, lo único que aprendí hasta ahora es lo último.) La alimentación era algo que no me preocupaba. Como era muy flaco, pensaba que debía comer todo lo que podía para engordar un poco (aunque pocas veces en mi vida tuve hambre por más de 5 o 10 minutos.) Hasta ese momento yo pensaba que solo había que comer “algo” cuando tenías ganas, con la excepción del almuerzo que era una buena excusa para dejar de laburar un rato.

De repente, pasado los 30, cuando ya vivía solo, los años empezaban a pegar y la calidad de la alimentación disminuía al igual que la frecuencia de las comidas calientes, mi cuerpo empezó a mostrar algunas señales, que en algún momento se agravaron tanto que me obligaron a visitar al médico. Ahí, en esa primera visita, me dijeron que tenía colesterol: 205 sobre un máximo de 200. El médico me dijo que no era para preocuparse, que solo tenía que cuidarme en las comidas, dándome un listado de lo que hacía bien y lo que hacía mal. Fue en ese momento en el que advertí que Dios se estaba burlando de la humanidad: TODAS las comidas ricas eran perjudiciales para el colesterol, y solo se podían comer comidas horribles. “¡Esto es una joda!”, pensé, “estoy en el mejor momento de mi vida, no voy a andar cuidándome como si fuera un viejito o un metrosexual” y, aferándome a la frase del médico (no era “para preocuparse”), decidí seguir con mi dieta basada exclusivamente en cosas ricas, por lo menos por un tiempo. Ese tiempo fueron 3 o 4 años, hasta que mi cuerpo otra vez me obligó a ir al médico. Esta vez, tenía 249 de colesterol, sobre los 200 permitidos, así que supe que tenía que hacer algo. Como no estaba dispuesto a comer cosas feas, como le quería ganar a Dios por su maldito invento de que todo lo rico hace mal y lo feo hace bien (¡estamos en el infierno!), me autoimpuse bajar el colesterol a puro ejercicio, y seguir comiendo cosas ricas. ¡Y lo logré! Eso lo conté en un post anterior que se llamaba:


Hoy, un año después, me fui a sacar sangre para medírmelo otra vez. Luego de otro año de correr 4 kms diarios (bue... ponele 4 veces por semana, entre lluvia, resaca y los pocos días que no puedo), me enfrento a un nuevo examen, cuyos resultados se conocerán el lunes a las 18:00. Pero quiero contar que, para ponerle “pimienta” al asunto, este año no solo seguí comiendo cosas ricas, sino que abusé de las mismas. El lunes les cuento los resultados.

Así que, Querido Dios, sé que me vas a terminar ganando la batalla porque un día me voy a morir, pero te aseguro que te la voy a pelear, no vas a tener un corderito que piense que la vida debe ser algo para sufrir. ¡Viva la sal, las grasas trans, las mono y polisaturadas, los fritos, y todo aquello que sea rico! Si querés mandame un bondi que me pise, pero de comer achuras o medialunas de grasa no me voy a morir.

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