lunes, 2 de mayo de 2011

Nunca Pensé Encontrarme Con Un Santo


Hoy que me enteré que beatificaron a Juan Pablo II, voy a contar la historia del día que me encontré con él en la esquina de mi casa.

Fue en el año 1982, cuando yo tenía 10 años y el Papa Juan Pablo II visitó mi ciudad, Luján, ya que acá hay una basílica que parece muy importante, y acabábamos de perder la guerra de Malvinas. En esa época yo era católico. No sé cómo vino hasta Luján (creo que en tren), pero luego se dirigía a la Basílica en un auto descapotable. El trayecto pasaba por la esquina de mi casa (Humberto e Ituzaingó) así que me fui hasta ahí y
lo vi pasar. Juan Pablo II iba parado en el auto, saludando a la plebe, y me pregunté por qué en Capital andaba en Papamovil (con vidrio blindado) mientras que en Luján se arriesgaba a que le disparasen. Si me hubiese llevado mi gomera le hubiese podido pegar un piedrazo en la pelada y armado un conflicto internacional. Pero ni se me ocurrió.

El Papa fue a dar una misa en la Basílica a la que no podía entrar la plebe (era solo para católicos VIPs) (aunque había dado una Misa para la plebe en Capital.) Al salir, se fue en un colectivo de la línea 501. Era un colectivo de mierda, pero él se sentó al lado del chofer y la gente se comenzó a arrimar, vitoréandolo. Otra vez era a la vuelta de mi casa, pero ahora en la esquina de Dr. Muñiz y Mariano Moreno. Ahí me pasó algo increíble: Juan Pablo II empezó a mirarme a mí directamente a los ojos, y mantuvimos la mirada durante más de 30 eternos segundos, hasta que el colectivo arrancó. Había decenas de personas alrededor pero Juan Pablo II me miraba a mí. Al volver a mi casa estaba muy excitado, y les conté la historia a mis viejos con mucha emoción. Se burlaron de mí creyendo que mentía o exageraba, pero había sido verdad. Esa noche casi ni dormí de la emoción que tenía porque el Papa me había mirado.

Trece años después tuve una escena más emocionante, un día de septiembre de 1995 que Maradona re-debutaba en Boca. Lo esperamos con mi amigo Mario cuando el colectivo llegó, y Diego venía sentado al lado del chofer, y también clavamos miradas por unos cuantos segundos, Diego y yo mirándonos a los ojos fijamente. En ese mismo momento relacioné eso con mi anterior encuentro con el Papa, ya que la escena era idéntica. La diferencia fue que, esta vez, el que me miraba era un tipo que había hecho milagros comprobados delante de mí.


Este es el preciso momento en que el Papa me miraba. Lo juro por Diego Armando Maradona.

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