Cuando me faltaban 6 días
para cumplir 19 años, vi a Eric Clapton por primera vez en mi vida.
Cuando me faltaban 5 días para cumplir 30 años, lo vi por segunda
vez. Cuando tenía 40 años y 3 días (anoche), lo vi por tercera
vez.
En 1990 Eric Clapton era
una estrella internacional. Tenía fama por su pasado, ya era un
clásico, pero también era una figura vigente. Veíamos sus
videosclips en la televisión, porque la compañía discografica lo
apoyaba y publicitaba constantemente. No era común asistir a
recitales tan importantes, nunca había venido alguien tan mítico
(“tocó en el Album Blanco”), y el césped de River estaba lleno
de desesperados a los que nos costaba convencernos que ahí estaba
Eric Clapton. Conté esa noche en River acá. Eric había estado
inspiradísimo, y yo salí loco de alegría.
Pasaron los años y uno
se acostumbró a ver shows internacionales de primer nivel, y ya no
es fácil que algo nos impacte de esa manera. Eric es ahora un viejo
de 66 años. Hace poco escribió una autobiografía con tono
pesimista donde cuenta sobre todas las chicas que lo rechazaron y
termina diciendo que está medio sordo y que debería retirarse.
Quizás por eso fui ayer a River sin demasiada expectiva. Uno siempre
intenta que se repitan esos momentos que lo impactaron en la
adolescencia (dicen que el paqueros, pobres, se hacen adictos porque
siempre están buscando revivir el primero) pero no creía que eso
pudiese suceder ayer. Sin embargo sucedió.
Desde el comienzo con Key
To The Highway, un viejo blues
que había grabado con Derek & The Dominoes, hasta el final con
Crossroad, cada
momento del recital fue impresionante. Mi rostro fue pasando de una
especie de “¿Qué hago acá?” a “Me quiero quedar toda la vida
acá escuchando esto”. Cada solo en cada canción fue espectacular,
el sonido era glorioso desde donde yo estaba, cada nota de cada solo
me llegaba al alma, la piel de gallina iba y venía cada dos o tres
minutos, me empecé a llenar de alegría (paradójico con tantos
blues) y salí de ahí con una felicidad extrema.
Cada
vez que veo algo así, que siento que estoy viviendo un momento
maravilloso de la existencia, pienso en cómo sería la reacción de
alguien que no tiene idea de nada, que nunca en su vida escuchó a
Clapton, y que por alguna razón está ahí en el estadio viendo el
recital. Esta vez pude comprobarlo porque cerca mío había familias
enteras con chicos que parecían más fans de Justin Bieber que de
Clapton, y sin embargo, a medida que el recital iba transcurriendo,
parecían tan sorprendidos e impactados como yo. Creo que esos
momentos puden cambiarte la vida para siempre, y felicito a sus
padres por llevarlos.
Mención
especial para la banda. Desde mi recontra-admirado baterista Steve
Gadd, pasando por el tecladista y organista, que se lucieron casi
tanto como Clapton.
Escuché
algunas críticas sobre lo seco que es (casi no habla con el público
ni se pone la camiseta de la Selección.) Esto era sabido. Sin
embargo, en este tipo de espectáculos, eso no importa, al igual que
tampoco importa la lista de temas. La conexión se produce por los
sonidos y las emociones, y no por las frivolidades. Creo que B.B.King
se puede morir tranquilo: ya hay un reemplazante para que venga
seguido a tocar blues y poner la nota justa que llega al corazón y
toca las emociones y produce muchos micro-orgasmos. Clapton no será
negro pero tiene la chapa suficiente. Ojalá las próximas veces que
venga, haga 5 Luna Park antes que un River (no digo porque quiero
verlo 5 veces, sino porque ese tipo de conciertos dan más para un
estadio cerrado.)
También
me impresionó lo lindo que está. Todos los que sabemos que nunca
vamos a poder tocar la guitarra como él, deberíamos conformarnos
con llegar a los 66 años con esa pinta. Hasta las canas le quedan
bien. Quizás sea verdad que estos tipos pactan con Satán, porque se
pasan la vida en clínicas de rehabilitación y luego aparecen y
están como nuevos. Parece un poco injusto. ¡Y ni hablar de como
canta!
Por
último, recién leí que Pipo Lernoud escribió: “Eric Clapton o
el refinamiento del blues llevado hasta el paroxismo burgués. Lo que
empezó en los sesenta cuando los blanquitos de clase media se lo
robamos a los negros sufridos y marginados y por un momento pareció
continuar siendo una música filosa -Hendrix, Rollings, Grateful
Dead, Manal- se convirtió con el éxito en otro producto de la
industria del espectáculo marca L.A., como el jazz y la salsa,
tambien originalmente negros y marginados.” Pipo: relajate y
disfrutá que no todos los días se puede escuchar a alguien que
toque así.
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