lunes, 4 de enero de 2016

La Limusina Del Terror



En Abril de 1995 Charly García se encontraba en Miami para grabar el MTV Unplugged. En su libro “¿Qué Es Un Long Play?” (2015), Fernando Samalea, su baterista, cuenta los días previos así.

El exceso de excitación del líder no parecía lo más apropiado para encarar con responsabilidad el asunto. Pero, tratándose de él, siempre había una zona permisiva entre productores y managers. Sin el guión demasiado estudiado, pero amparándonos en su alto vuelo artístico y creativo, y en el buen manejo del momento presente, partimos hacia Miami, donde se filmaría el concierto. Volvimos a
alojarnos a puro Caribe en el conocido Clevelander Hotel de Ocean Drive. Combinamos unos pocos ensayos con playa, gastronomía, tiendas de discos y sibaritismo.

García, no muy interesado en permanecer en su habitación, prefirió mudarla al interior de una limusina. Se empecinó en no bajarse jamás y le dio uso prácticamente veinticuatro horas diarias. Tuvieron que asignarle tres choferes que cubrieron turnos de ocho horas cada uno. Allí se sentía como pez en el agua, provisto de equipo de música, minibar, cuadernos y un teclado amplificado. Circulaba interminablemente las calles soleadas de South Beach, sin rumbo determinado más que el constante andar.

Durante un par de días, nos pareció relativamente interesante aceptar su invitación de acompañarlo en el eterno deambular. Pero al tercero comenzamos a ver con buenos ojos hacer otras actividades, de las tantas que brindaba la apacible ciudad. El problema no era subir a la limusina sino cómo salir de ella. Si bien encontraba con facilidad partenaires ocasionales, Charly insistía con que nosotros debíamos estar cerca, aunque no hubiese manera de seguirle el ritmo en su pequeño habitáculo rodante, el cual comenzaba a sufrir los embates normales de días de permanencia de personas, conocidas y desconocidas. Al levantarnos, saliendo a caminar por la zona con María Gabriela y el Zorri, temblábamos ante el acercamiento de una limusina blanca por la Washington o sus transversales.

- ¡Che, guarda que me parece que ahí viene! —decíamos con preocupación.

- Si nos engancha “El niño”, nos perdemos de ir a la playa, seguro —comentaba María Gabriela, reflotando el cariñoso apodo que le había puesto hacía tiempo.

Ni bien divisar una entre palmeras o boulevares era fácil, por las dudas nos escondíamos donde fuese, incluso detrás de bloques de basura o columnas de edificios. Una vez, Charly me gritó mientras bajaba la ventanilla, sorprendiéndome desde atrás cuando caminaba distraído por Española Way y la Collins. Sin demasiado ímpetu, obligado por la circunstancia, accedí a subir y dar unas vueltas. El potente impacto olfativo ni bien ingresé, fue el imaginable: una mezcla entre cientos de cigarrillos, aires de mar, ropa humedecida y contenido de botellas de Jack Daniel’s derramado sobre cuanta superficie hubiese al alcance. García estaba junto a dos personajes que yo no conocía, dignos del film Scarface. Ambos parecían encantados con la experiencia y nada hacía prever que irían a bajarse del vehículo antes de las próximas setenta y dos horas.

La Sony le había entregado al artista cuarenta mil dólares de adelanto, lo cual era literalmente visible. El piso del rodado contenía innumerables billetes arrugados o enrollados de la moneda estadounidense. Dados los rostros de sus acompañantes, pude presentir que unos cuantos ya estarían en sus bolsillos. Circulábamos a velocidad considerable por el paseo costero, esquivando bronceados muchachos y chicas sobre rollers o gente cruzando en calma hacia la arena. Mientras Charly contaba diversos detalles, pensados para nuestra inminente actuación televisiva, comencé a empujar la enorme pila de billetes contra uno de los rincones. ¡Quedó una costosa montaña triangular digna de una obra de Marta Minujín! El Artista continuó hablando de su encuentro con Blaney para pautar detalles de la grabación, bifurcándose en descripciones de mitos griegos o de la actuación de Judy Garland en El mago de Oz. Luego de más de cuatro horas, logré que entendiese que quería ir a una tienda a buscar un disco de Massive Attack y tomar un Ginger Ale. Con aire ofendido, dijo: “OK, whatever, vos te la perdés... Chofer, pare ahí en la esquina que se baja el menino”. Me despidió con medio cuerpo afuera del vehículo, diciendo algo inentendible a la distancia mientras se alejaba lentamente por Lincoln Road. ¡Unos cuantos dólares iban saliendo despedidos por la ventanilla!

2 comentarios:

Frodo dijo...

No se puede creer lo de este muchacho.
Hace poco escuché una entrevista a Dé Palmeira, músico que estuvo con él cuando grabó en Río. Todo una locura
http://lampinho.blogspot.com.ar/2015/09/epi-1247charlando-con-de-palmeira-2do.html

Buena extracción del libro
Saludos!

Ale R dijo...

Buenísimo. Ahí lo escuché. Conozco el sitio donde Charly se quedó dormido porque ahí fui a ver a Rita Lee.