Estoy escuchando
Desolation Row de Bob Dylan
mientras escribo esto. Cuando termine, me voy a bañar y me voy a ver
a Bob Dylan por 4ta vez en mi vida. Tengo fila 4 en el Gran Rex.
La
primera vez que lo vi, en agosto de 1991, solo tenía su Grandes
Éxitos Vol. 1. Dylan tenía 50 años, y con 30 años de carrera ya
era un clásico. Cuando lo vi la segunda vez, en 1998,
yo ya era un
enfermo dylaniano, y tenía más ganas de verlo a él que a los
Rolling Stones, que tocaban esa misma noche. Iba preparado para
cantar todas las canciones, sabía de memoria todas sus letras, y sin
embargo no pude cantar nada porque las versiones que hacía eran tan
distintas que costaba reconocerlas.
Hoy
siento que voy más por obligación que por placer. No puedo dejar de
ir porque es una de las personas que más admiro en el mundo, la que
hizo muchas de las canciones más maravillosas que escuché en mi
vida, las que me emocionan una y otra vez, las que hace 20 años que escucho. Sin embargo
no tengo más expectativa que la de sentarme en una cómoda butaca y
saber que estoy ante la persona que creó todas esas canciones y nada
más. Recordar toda mi vida y nada más. Pensar que quizás sea la última vez que lo vea en vivo y nada más. Sé que es una idiotez pensar que todo tiempo pasado fue mejor
(odio esa idea), pero no puedo dejar de pensar que, aunque es un viejo de 70 años, yo
voy a ver a este:
Desde el año 1988 (hace 24 años) Dylan se embarcó en la Neverending Tour, que es una gira que no para nunca. O sea, siempre está de gira. Hace una media de 110 recitales al año, en todas las ciudades del mundo, y cada noche toca canciones distintas (elige cada noche unas 20 canciones de un total de 200 que tiene ensayadas con sus músicos (aunque hay 2 o 3 que las toca casi todas las noches.)) Así que me voy a jugar a la lotería. Chau.
1 comentario:
¿Y al final qué te pareció? ¿No fue espectacular, aunque cante los temas de manera muy distinta a la de los discos?
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