sábado, 13 de abril de 2013

Ya No Nos Volveremos A Ver



Los boludos no tenemos mucho tiempo para los afectos o, lo que es peor, lo tenemos pero no lo aprovechamos. Por eso somos boludos. Y cuando digo afectos no me refiero a esas personas que vemos seguido, sino a aquellas que alguna vez se cruzaron en nuestras vidas, fueron importantes, nos marcaron, y luego la vida nos separó y ya casi no las vemos o, lo que es peor, no las veremos nunca más, aunque no es la muerte la que nos separa (aún). Quizás un simple mensajito de celular pueda
hacer que volvamos a reunirnos, pero nunca lo hacemos porque ya estamos en otros caminos. Esas bifurcaciones terminan con frases como “nos hablamos por teléfono” o “quedamos algún día para comer” que luego rara vez se cumplen. Hay un afecto y la gente recuerda los buenos tiempos vividos, pero la vida ya nos separó, y en algunas ocasiones no hay vuelta atrás.

Eso es lo peor: la posibilidad de no ver nunca más a esa persona. Quedarse mirando como alguien se está yendo y pensar que quizás nunca más lo veamos. La vieja imagen cinematográfica de un tren o un barco que se va, llevándose a la persona importante, y uno se queda mirando hasta que el barco es solo un puntito y luego se pierde en el horizonte. Hay pocas cosas más tristes que esa imagen.

Hoy escuché un disco de Spinetta y me di cuenta que ya nunca iba a volver a escuchar esas canciones en vivo. Creo que hoy terminé de caer que se murió.

También hoy leí un capítulo de un viejo libro moralista italiano: un hombre descubría que a un maestro de la primaria, a quien creía muerto, le habían dado un premio por 60 años dedicados a la docencia, y que además vivía a una hora de tren de su casa. Como había sido una persona importante en su vida, que lo había marcado, va a visitar a su maestro y descubre que tiene 84 años, está todo tembloroso, y vive solo en una casa de porquería. El maestro se pone muy contento por la visita pero al final, cuando él se está volviendo en tren, musita: “Ya no nos volveremos a ver”.

Ese capítulo me hizo acordar al final de Lolita, el libro de Navokov, cuando Humbert Humbert la vuelve a encontrar luego de tres desesperados años, pero Lolita ya no era Lolita, sino que era una mujer embarazada. Recuerdo esa parte como una de las más conmovedoras que leí en mi vida. Lolita olía a fritanga, y tenía barro en las zapatillas. Luego, el protagonista queda solo, escucha los sonidos de unos chicos jugando, y dice:

Me quedé escuchando esa vibración musical desde mi suave pendiente, esos estallidos de gritos aislados, con una especie de tímido murmullo como fondo. Y entonces supe que lo más punzante no era la ausencia de Lolita a mi lado, sino la ausencia de su voz en ese concierto.


Y todo esto me retrotrae a algo peor, que es encontrar que aquellas personas tan importantes en nuestras vidas ni siquiera existen, se han convertido en otras personas, no hay ni siquiera una continuidad en ellas, como escribió en diversos textos Alejandro Dolina, por ejemplo en su último libro Cartas Marcadas:

No hacemos más que sustituirnos a nosotros mismos. Las deudas y las promesas son abusos de los seres que fuimos en el pasado. La ley nos impone una fe burocrática, conforme a la cual un escolar de 1956 y el carpintero calvo de la esquina son la misma persona, tan sólo por llevar el mismo nombre y el mismo número de documento. Patrañas!... No hay un único sol sino uno nuevo cada mañana.

O en su “Refutación del Regreso”:

 "¿Por qué no puede uno estar en varios lugares al mismo tiempo? ¿Qué es esto de no poder volver al pasado ni visitar el futuro? ¿Por qué no es posible extraer de las premisas de la razón las consecuencias que a uno se le antojen?

    "Ah, la libertad...la libertad sin tiempo, ni espacio, ni lógica. La libertad de vivir todas las vidas, de estar en todas partes, de recorrer las edades. ¿Qué dicen a esto los libertarios sin frontera?"

Y así es. La vida nos va llevando por diferentes caminos, y en esas encrucijadas vamos perdiendo gente importante, o esa gente importante se transforma en otra gente.

Alguna gente, la garca, cree que la vida es una pelea, una guerra, donde lo único importante es sacar provecho para uno mismo. Así, no dudan en robarte todo lo que pueden, en intentar alimentarse de tu energía siendo agresivos, en aprovechar lugares de poder para beneficio personal, en lastimarte. Muchas veces cagan a la gente y se justifican pensando en que lo hacen por amor a su familia, de la misma forma que esos que creen que son buenos porque acarician a sus perros. De esa gente nadie se acordará. Pero hay otra gente que es la que te alecciona, la que te muestra que “tenés que hacer lo que tenés que hacer”, la que te brinda su ejemplo actuando siempre con códigos, la que parece que una entidad superior puso en nuestro camino para enseñarnos cosas. Maldita sea la hora en que esas personas desaparecen de nuestras vidas.

A hacer las cosas bien. No importa el lugar en que estés, ni la posición que ocupás, ni la edad que tenés. Para cada cosa que tenés que hacer hay dos opciones: hacerlas bien o hacerlas mal. Creo que está muy claro la forma en que hay que actuar para que algún día alguien nos recuerde con cariño. Seremos boludos pero dejaremos buenos recuerdos.

2 comentarios:

Ale R dijo...

Gracias! Espero que pronto esté disponible en Youtube o en torrent porque no creo que la estrenen en los cines argentinos.

Carlos Maurício Ardissone dijo...

Alejandro, la película és buenísima! Y también "Somos Tão Jovens" sobre la vida de Renato Russo antes da la Legión Urbana.